Nicolás Alfonso Pérez, conocido como “Nicolás de Bobadilla”, nace en Boadilla del Camino (Palencia) en 1511 y fallece en Loreto, al sur de Italia, en 1590. Ocupó el quinto lugar entre los nueve compañeros de San Ignacio de Loyola que colaboraron en la fundación de los Jesuitas.
Biografía
Ocupó el quinto lugar entre los nueve compañeros de San Ignacio de Loyola que colaboraron en la fundación de los Jesuitas. De familia humilde se esforzó en sus estudios. Primero en la Universidad de Alcalá, en la que destacó en Filosofía, graduándose como maestro. A los veinte años pasó a Valladolid, desde donde, tras cursar un curso de Artes, marchó a París a estudiar Teología. Su extremada pobreza le obligó a buscar al apoyo económico de personas e instituciones. En ese cometido se encontró con que San Ignacio socorría con limosnas a muchos que merecían su ayuda. Influenciado por San Ignacio, se unió a los nueve compañeros siguiendo la decisión de aquel a tomar juntos los primeros votos, el año 1534 en la iglesia de Santa María del Monte de los Mártires, cerca de París, don continuó el estudio de la Teología que acabó en 1536. En enero del año siguiente pasó a Roma y de allí a Venecia, donde recibió las sagradas órdenes y celebró su primera misa. Llamado por San Ignacio, regresó a Roma en 1538 contribuyendo con él en el establecimiento de la que acabará conociéndose como “Compañia de Jesús”. Desde ese momento y empezando por las costa de Ischia, en el reino de Nápoles, pacificó los enfrentamientos entre Ascanio Colonna, doña Juana de Aragón y los duques de Tallacozzo, hasta conseguir su pacificación, dando ejemplo de humildad y sacrificio a favor del Hospital para el que mendigaba personalmente limosnas casa por casa hasta el punto de caer enfermo.
El grupo de compañeros con San Ignacio a la cabeza, lo eligieron para actuar en la India aceptando la petición del rey de Portugal. Pero en Roma se consideró que no estaba curado convenientemente para semejante desplazamiento y fue sustituido por San Francisco Javier. El nuevo nuncio pontificio de Nápoles, le designó como vicario de su diócesis. Al cabo de una año el Papa le envió a Alemania para combatir para tratar de atajar el curso de la herejía. De camino, enfermó en Insbrug. Restablecido, se trasladó a Viena donde conversó a menudo con el rey Ferdinando I, rey de Romanos, sus hijos y los componentes de la corte. Predicaba públicamente en italiano y en latín y disputó públicamente, y con ventaja, con los herejes. El Nuncio se lo llevó a la Dieta Imperial de Norinberg y, luego, de orden del rey, asistió a las celebradas en Espira y Wormes ya con el nombramiento de teólogo del rey con lo que se granjeó el aprecio de la corte y nobleza alemana que le confiaba su dirección espiritual. Actuó con tal representación real en Colonia comunicando por carta sus acciones al Papa que le respondió alentándole en su cometido y alabando su incansable celo. Pasó a la Dieta de Ratisbona, donde además de sus muchas intervenciones, escribió en latín de la Conciencia Cristiana, con Sermones públicos a los que asistían príncipes y prelados procedentes de distintas naciones. El rey le otorgó, en un amplísimo diploma, la facultad de visitar y reformar todos los monasterios de Austria, pero él se negó a aceptarlo considerando que tal jurisdicción correspondía a la jerarquía de la Iglesia. El rey admirado de su humildad, le designó como teólogo suyo para acompañarle al Concilio de Trento.
Cuando el Papa y el César decidieron combatir por las armas a lo herejes, el padre Bobadilla actuó de “capellán castrense” confesando a los heridos y tratando que se les transportase a los hospitales. El excesivo trabajo provocó su recaída en la enfermedad. Sufrió la peste, los asaltos, las agresiones,… Sin embargo, desdeñó los cargos que el Rey de Romanos le ofrecía y consiguió que se le permitiese seguir con su vocación de apostolado aunque no pudo evitar seguir unido a la corte. La publicación en la Dieta de Augusta de un librillo, denominado “Interim” en que se contenían la doctrina y ritos que se debían seguir en Alemania en tanto se celebraba el concilio tridentino, desató la férrea oposición del padre Bobadilla, que para no provocar nuevos altercados obligó a las autoridades a expulsarle de Alemania. Abandonó éste el país con el convencimiento de que había defendido sus creencias por lo que fue aplaudido por el Papa.
Regresó a Italia y además de Roma y Nápoles, recorrió todo el país. Fue comisario de la Inquisición e hizo quemar muchos libros herejes, judíos y portugueses que estaban destinados a difundir en la India las ideas heréticas en el Oriente. Enviado por el nuevo General de la Orden P.Diego Laínez, visitó la Valtelina y la Dalmacia. A petición del cardenal Guido Sforza, predicó en Calabria y Catanzaro y en toda Sicilia, visitando más de 150 lugares y fundando muchos colegios de la Compañía, tras haber vivido la existencia de tres Prepósitos Generales a casi 80 de edad en la Santa Casa de Loreto el 23 de septiembre de 1590.
De él, además de un nutrido “catálogo de lugares” donde impartió sus lecciones teológicas, se publicaron multitud e “cartas”, “lecciones” y “comentarios”. Algunas de las “cartas”, en español e italiano, dirigidas al General de la Compañía durante el periodo de 1940 a 1587. La mayoría de ellas publicadas por el P. Boero, S.J.
Además, un libro sobre el “Encuentro que en 1583 y sobre la pretendida legación de la monarquía de Sicilia”.
Bibliografía
Renedo, A.: “Escritores palentinos”, tomo III (Apéndice, pp.327-336).- El Escorial, Real Monasterio, 1926.
Herrero Puyuelo, Mª Blanca: “Diccionario de Palentinos Ilustres”.-Palencia, Institución “Tello Téllez de Meneses, 1988.
Revuelta González; Manuel (J.C.)(et alter): “Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús” .-Madrid, Espasa-Calpe,1991.