Reguera, Manuel Ignacio (de la)

Nacido en 1668, tras la habitual formación de un jesuita ejerció la docencia en los Colegios de la Compañía en Oviedo y Salamanca, aunque destacó especialmente como profesor del de San Ambrosio de Valladolid, primero, y catedrático de la Compañía de Jesús en esta Universidad, habiendo recibido los grados de Teología en las de Salamanca y Valladolid.

La Cátedra de propiedad de los jesuitas en esta última Universidad, también conocida como pro religione, fue fundada en 1717 por iniciativa del arzobispo de Burgos, Manuel Navarrete Ladrón de Guevara.

Destacó en el claustro vallisoletano de doctores, en su apoyo a la “Bula Unigenitus”. De hecho, había sido comisionado por el obispo de Valladolid para que en nombre de la Universidad se adhiriese a la promulgación, por parte de Clemente XI, del citado documento, dictado en contra de las doctrinas jansenistas. Para el claustro universitario de Valladolid negoció en la Corte del efímero monarca Luis I la donación a la Universidad de esta ciudad de la dehesa extremeña de Matabudiana. Todo ello, logrado en 1724, saneó con el tiempo la economía de esta alma máter y posibilitó en 1743 la creación de nuevas Cátedras. Los exitosos resultados condujeron a que la Universidad impulsase como recompensa el retiro del padre La Reguera a Roma, para reponer una quebrantada salud que todavía le iba a mantener con vida más de veinte años. El jesuita se vinculará con el cardenal murciano Luis Antonio de Moncada y Belluga, que se iba a encargar en la curia de las materias disciplinares y de las misiones de Oriente hasta su muerte en 1743.

El padre La Reguera fue revisor de libros en la curia del superior general de la Compañía, además de teólogo privado del citado cardenal Belluga. Antes, en España, ya había desarrollado trabajos de censor para la Inquisición. En 1738 fue nombrado consultor de la Congregación de Ritos, aportando también una notable producción teológico-literaria. Recibió otros encargos de su antigua Universidad de Valladolid, con objeto de defender su jurisdicción escolástica en virtud de una necesaria confirmación de una bula del papa Inocencio VIII (de finales del siglo XV); o para intentar conseguir algunas rentas eclesiásticas, con el objeto de paliar una continuada y difícil situación económica, llegando a hablar con el papa Benedicto XIV sobre este último problema.

Destacó, como se indicaba, en su producción como escritor de las ciencias teológicas. Sobre las páginas de la Práctica de la teología mística del también jesuita Miguel Godínez basaba su obra más importante, la Praxis theologiae mysticae. Las páginas de estos cuatro volúmenes monumentales se convirtieron en toda una síntesis o suma de teología, toda una enciclopedia de la vida espiritual del siglo XVIII, como ha indicado Manuel Ruiz Jurado. La obra del padre La Reguera mereció la atención, en su mismo siglo, del monje benedictino Dom Schram, que en sus páginas de Institutiones theologiae mysticae (publicada en Augsburgo en 1774), recogió una selección de la “Praxis” del teólogo jesuita, estructurándola de manera diferente, hasta convertirse en una obra de referencia para los estudios teológicos del siglo XIX.